martes, 17 de noviembre de 2015

Elección

La puerta se cierra con un golpe seco tras mi espalda, y ante mis ojos se extienden dos caminos: uno rojo y otro blanco.
Ojalá esto fuese como en el mago de Oz, y hubiese un camino amarillo que seguir... o un hada que me dijera lo que hacer.
Porque el camino que yo quiero recorrer, mi estupidez ya lo dejo atrás y mi orgullo borró toda posibilidad de retroceder en el tiempo.
Sé lo que significa cada camino, y debería sentirme privilegiada por ser la primera persona a la que dejen elegir.
Pero más bien me siento utilizada, como una simple rata de laboratorio siendo objeto de un vil experimento.
El camino blanco, el que todo el mundo querría poder escoger. El que ellos quieren que elija, para terminar su investigación. El que yo debería elegir.
Pero no lo haré, porque ellos me quitaron la vida.
Tampoco iré por el camino rojo, a pesar de que sé que es lo que me merezco: sufrir por toda la eternidad.
Pero no lo haré, porque ellos ya me han dado la muerte.
Construiré mi propio camino, mi limbo, a pesar de todos los peligros que seguramente correré. Porque soy especial, un ángel desterrado que, en vez de rendirse al infierno, decidió caminar por la fina línea que lo separa del cielo, desafiando a los dioses.
Esa línea de separación, la vida, me dió todo lo que jamás pensé que tendría, y, por unos instantes, me sentí al fin humana.
La he probado, como una droga, adictiva, y no me conformare con una imitación.
Lucharé por conseguirla, aunque eso me cueste la vida.

viernes, 8 de noviembre de 2013

Encerrada

Suena irónico, ¿no? Toda mi vida curando a los demás y, ahora, no puedo salvarme a mí misma. Hay tantas cosas que podría haber cambiado; ¿y si no hubiera vuelto de las vacaciones con antelación?, ¿y si no hubiese abierto aquel estúpido maletín?, ¿y si hubiera hecho algo antes de que el problema fuera a más?...
Creo recordar que a mis pacientes les digo que, en vez de romperse la cabeza pensando en su pasado, piensen en como pueden cambiar su futuro.
Ahora, que lo veo todo desde el otro lado de la valla, las entiendo mucho mejor. No todo es tan fácil como yo se lo pinto a ellas. Es inevitable no querer olvidar todo lo malo y dejar solo los buenos momentos; él se ha transformado en la única cosa que quieres y necesitas para seguir viviendo.
Al fin, tengo que aceptar que necesito que alguien me ayude, que ese diploma que tengo colgado de la pared no me sirve de nada por si solo.
Sólo existe un único problema: ¿cómo voy a denunciar los maltratos de mi marido mientras estoy encerrada en el sótano de mi casa?

jueves, 24 de octubre de 2013

La boda


                                   

Impaciente, espero a que la peluquera termine de colocarme las horquillas. Los nervios comienzan a pasarme factura, y me alegro de no estar maquillada aún.
Cuando el peinado está listo, la chica pasa a las polvos, el rímel y los pintalabios; suena el móvil, pero mis uñas recién pintadas no me permiten contestar, lo que aumenta mi inquietud.
Al acabar, miro al espejo y sonrío; me levanto y subo a mi cuarto, donde esperan las damas de honor, ya vestidas para la boda.
-¿Dónde está Lucía?
-Ya está esperando en el coche. ¿Tú ya estás lista?
-Sí. Venga, que llegamos tarde.
Bajamos hasta la calle, donde esperaba una limusina. En todo el trayecto hasta la iglesia, nadie dijo nada.
Al llegar, corro con las damas dentro y me siento en el primer banco, al lado del altar,en el momento en el que comienza la música nupcial.
Miro hacia atrás y allí está, con su precioso vestido blanco, caminar hacia el altar del brazo de su padre.
Le prometí que no lloraría, pero me es imposible aguantar las lágrimas. Y eso que la boda acaba de comenzar. Pero es Lucía, mi Lucía.
Y, ¿que madre no llora en la boda de su hija?

jueves, 5 de septiembre de 2013

Todo en un frasco

Las lágrimas caen despacio y con parsimonia, como el agua de un grifo mal cerrado, dentro del frasco que ella sujeta, con manos temblorosas.
En cada lágrima va una pena, un recuerdo tormentoso que fue acallado y hace años que pugna por salir.
Siguiendo las instrucciones del brujo, espera hasta que el botecito esta lleno y lo tapa bien, con cuidado de no derramar nada.Ella lo admira en silencio; en esto se queda su llanto, su tristeza, su desesperación. En un par de gotas de agua salada. 
Por un momento, la desaprobación se refleja en su rostro, en una riña a sí misma por creer en las palabras de un joven que se alimenta con las desdichas de los demás.
Pero es lo que le queda, su última esperanza. Su dios le ha fallado, arrebatándole todo lo que aún ama; ¿qué más puede perder? Su maltrecha dignidad ya no sirve de mucho. 
Observa su reflejo en el mar y tira el frasco, dejando que las olas se lleven todos los malos momentos de su vida.
"Funcionará"-le había asegurado el brujo-"Todos los males se irán".
Comenzando a sentir un cosquilleo que se extiende por todo el cuerpo, ella sonríe. ¿Por qué está en la playa? Ya no lo recuerda. En su mente solo hay tres recuerdos: su nombre, su dirección y el rumbo de su vida.
Ella se llama Natalia García, y tiene 25 años. Vive a dos calles de esta playa, donde jugaba de pequeña.
Y va a vivir el hoy como si no hubiera mañana.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Que pasaría si...?

¿Que pasaría si todo fuera diferente, pero para bien? ¿Si solo se pudiera llorar de alegría? ¿Si la culpabilidad solo viniera a ti cuando comes mucho, a pesar de estar en medio de la operación bikini? ¿Si la peleas se limitaran a dos niños gritando por un juguete? ¿Si las guerras fueran anécdotas, que cuentan las abuelas, sobre siglos pasados? ¿Si tu primer amor fuera el único y verdadero? ¿Si la muerte no tocara tu vida hasta que te sintieras libre, realizado y en paz contigo mismo? ¿Si el hambre desapareciera del mundo? ¿Si el dinero tan sólo fuera papel? ¿Si la naturaleza fuera tratada como el tesoro que es en verdad? ¿Si los secuestradores fueran historias que les cuentas a tus hijos para que obedezcan y no hablen con desconocidos?  
Para todas esas preguntas solo existe una respuesta. Si todo esto ocurriera, el mundo no sería perfecto. Porque si no lloras de tristeza te faltan sentimientos. Si no te sientes culpable, no tienes corazón. Si no peleas, no aprendes a controlarte. Si no hay guerras, no hay paz. Sin rupturas, tu corazón no sabrá curarse por si solo. Si tú mismo no sientes hambre, no tendrás empatía por los que la padecen. Si no destruyes la naturaleza, no la apreciarás después. Si no tienes miedo de que te quiten lo que amas, no aprenderás a aprovechar cada día que paséis juntos.
Porque el mundo necesita este equilibrio, y, sin él, sería como hacer funcionar un reloj con la mitad de los engranajes.
Por eso, yo creo que el mundo es "imperfecto" tal y como está.

Marie

"Mea culpa, mea maxima culpa".
Estas palabras son lo último que me esperaba oír de sus labios.
-No es solo tu culpa, Shaun. También yo fui descuidada.
-Pero es tu vida la que cambiará radicalmente, no la mía. Tú solo tienes dos opciones.
-No pienso deshacerme de ella.
-Vale, una opción. Yo puedo hacer infinidad de cosas; tengo la posibilidad de elegir.
-Para ya. Se supone que soy yo la que tendría que estar dando vueltas por la sala de espera.
-Estoy nervioso. Tu padre me va a matar cuando sepa lo que he hecho.
-Lo que hemos hecho. Si no te estás quieto ya, te pegaré con superglue al sillón.
-Sé que lo harás.
-Por supuesto.
-¿Cuánto tiempo falta?
-Nada, ahí viene la enfermera.
-¿Son ustedes Shaun y Mikaela?- su voz era muy chillona.
-Sí, somos nosotros.
-Sólo quería informarles que su hija está perfectamente. Pueden acompañarme, por aquí.
La habitación era demasiado lúgubre, pero su visión hizo que eso no importara.
-¿Es esa Marie?- su pequeño cuerpo de dos años parecía ileso.
-Sí, es ella. Solo necesita un poco de reposo.- Hizo una larga pausa.- Entonces, ¿aceptan la adopción completa?
-Por supuesto que sí.
-¿Estás segura, Mikaela?
-Claro, Shaun. Me deshice de ella una vez. No lo volveré a hacer.

miércoles, 28 de agosto de 2013

La Promesa

No hay ninguna luz encendida en casa. A pesar de eso, no me fío de mi madre.
Sólo son las cinco de la mañana, pero el calor es sofocante; el fular que tapa el chupón de mi cuello me sobra. Igualmente, el pelo alborotado da que pensar. Y mi madre no es tonta.
Camino sigilosamente hasta mi cuarto, celebrando ya mi victoria.
-Kara, ¿adónde crees que vas a estas horas?
-A mi cuarto. -me froto la nuca, nerviosa.- ¿Tú quieres algo, mamá?
-No me tomes por tonta. ¡Estás loca! A quién se le ocurre volver a las cinco de la mañana.
-Ya no soy una niña y....
- ¿Qué has estado haciendo?- me mira sin disimulo, y una mueca de horror se forma en su cara.- ¿Con quién has estado?
-Eso no te interesa.
- ¡Sí que me interesa! Soy tu madre, Kara, tienes diecisiete años y vives bajo mi techo.
-Si ese es el problema, me iré de casa.
Al instante me arrepiento de mis palabras; cuando  mi madre comienza a llorar.
-No, mamá, no llores, lo siento, no quería decir eso....
Llegados a este punto, las dos estamos llorando, abrazadas la una a la otra.
-Oh, Kara, yo solo quiero que no tengas el mismo futuro que tuve yo.
-Te lo prometo, mamá, seré una hija de la que estarás orgullosa.
-Ya lo estoy, cariño. Ya lo estoy.
Jamás he roto esa promesa.